Consejos para evitar a los 'Torquemadas de sofá'
Lo último que uno debe hacer frente a los trolls y a los hooligans que usan las redes para atacar a sus rivales y adversarios es hacerles más caso del debido.
Hoy me detengo en una de las figuras más curiosas de esta nueva fauna de las redes plagada de trolls, odiadores, hooligans y telepredicadores de las causas más disparatadas. Hablo de los Torquemada de sofá, esos señores (y señoras) que usan el móvil como si fuera un rifle Kalashnikov, convirtiendo las plataformas en campos de batalla donde primero se dispara y luego se pregunta.
Hay cuatro tipos de Torquemadas de sofá:
El que dedica todos sus esfuerzos a linchar al contrario.
El que dice ser tan claro que te cuenta las verdades del barquero que nunca le has pedido.
El que afirma que te va a hablar muy clarito porque tú te lo mereces.
El que te va a contar lo que nunca verás en los medios.
Nos centramos aquí en la figura del cuñado existencial que suele escudarse en el anonimato para perpetrar sus sentencias y linchar con la vehemencia debida a quien se le atraviese.
El Torquemada de sofá ejerce de fiscal y de juez de los comportamientos ajenos y de azote de los adversarios, a quienes identifica con su olfato de killer de banda ancha. Y es un depredador natural de sus víctimas que sigue con rigor un patrón aniquilador: primero identifica a su adversario, luego percute sobre él machaconamente hasta agotarlo y, por último, lo empuja fuera de la plaza pública.
Como buen justiciero virtual, no descansa. Imbuido de la energía del fanático, supera el cansancio con la ilusión del torturador que piensa que al torturado todavía le cabe un golpe más. Es perseverante, sabe que la recompensa está a la vuelta de la esquina y por eso siempre anda ahí, dispuesto a verte su bilis en defensa de los intereses de su líder y amo de su existencia.
Por eso, lo último que se puede hacer con un ejemplar de Torquemada es hacerle caso. Es mejor dejarle que se cueza en su propia bilis hasta que ya no más y no responderle, porque, en ese caso, se crece como los Gremlins y saca fuerzas de flaqueza para seguir dándote la turra con sus ataques enfervorizados.
No hace falta que les bloquees. De hecho, el Torquemada encuentra placer en el bloqueo porque huele que te ha podido ofender.
Otra alternativa es silenciarlo, que, además, una práctica que siempre tiene el beneficio de limpiar tus cuentas.
Y si le vas a contestar, es recomendable que tires del recurso de la ironía. Lo normal es que no la pille porque su mente cuadriculada no admite ni matices ni lecturas escondidas, pero, si lo hace, al menos te podrás reír un buen rato de él.
En cualquiera de los casos, mantén siempre la calma.
Evita la confrontación directa y que no note en modo alguno que su bilis te daña.
Y relativiza: no te olvides que los Torquemadas de sofá suelen ser personas que encuentran en el apedreamiento virtual el sentido de sus vidas, pero que su alcance suele ser limitado. Todas las tormentas acaban, incluidas las que en vez de agua esparcen bilis. Y son menos dolorosas de lo que uno se piensa.
Don't feed the troll