Contra el 'ayuno mediático' de los que huyen de los medios
Un porcentaje cada vez mayor de ciudadanos ha dejado de consumir medios por la desconfianza que les generan. Puede entenderse su desazón, pero esta 'solución' puede ser aún peor.
Una de las tendencias más acentuadas tras la pandemia en la relación de los ciudadanos con los medios de comunicación es, de modo paradójico, que hay un porcentaje bastante voluminoso de ciudadanos… que no quieren tener relación alguna con los medios. Como si un juez hubiese dictado una orden de alejamiento de los medios y estos hombres y mujeres hubiesen decidido cumplir a rajatabla la decisión para así vivir mejor y más tranquilos sin la sobredosis de ansiedad informativa, de agresividad y de confrontación insoportable que ofrecen a diario los periódicos, las radios y las televisiones.
No se trata de una simple sensación, de una percepción basada en la intuición y contrastada por la demoscopia de barrio de ver que tienes un familia, un amigo o un vecino que lleva semanas sin interesarse por una sola noticia. Te doy un dato, que saco del Digital News Report que edita la Universidad de Navarra con el Instituto Reuters para el estudio del periodismo: el 40% de los españoles desconfía de los medios de comunicación. Cuatro de cada diez. Casi la mitad.
Hay razones de toda naturaleza para este abandono masivo. La desconfianza ante la veracidad de las noticias que suministran las firmas periodísticas, la creencia, por desgracia demasiado generalizada, de que estas empresas mediáticas están al servicio de los poderes políticos, financieros y empresariales de sus territorios o, simplemente, la angustia que le genera a cualquier ciudadano acercarse a diario a una realidad informativa trufada de peleas políticas cada vez más agresivas y, sobre todo tras el Covid, catástrofes de todo pelaje, especialmente si están ligadas a la salud.
Yo soy periodista y consultor. Soy un yonki de las noticias. Y me cuesta entender que alguien prefiera no informarse de lo que pasa a su alrededor. Pero comprendo algunas de las razones del hartazgo. Más aún cuando vivimos casi todos nosotros vivimos bombardeados con mensajes angustiosos desde que nos levantamos y hasta que nos acostamos. Y todavía más aún cuando esta angustia se multiplica hasta el infinito por el ambiente tóxico que se destila en algunas redes sociales como la antigua Twitter. En este contexto, la tentación de desconectar se agiganta. Y la idea de cambiar un telediario o un repaso a las noticias de cualquier medio por un rato de música o una película se hace aún más atractiva. Cómo no se va a entender.
Pero, entendiendo algunas razones, no puedo compartir este exilio. Me parece una postura cómoda. Y también individualista. Antes que dejar de ver, escuchar y leer los medios, es mejor que nos dediquemos a cuidar nuestra dieta cognitiva eligiendo a las empresas y a los periodistas en los que podamos confiar, que son muchos más de los que proclamamos.
Esto de convertirse en un ermitaño de la actualidad que dice despreciar las noticias no ayuda ni a quienes practican voluntariamente este ayuno mediático ni a la sociedad en la que viven.
Una comunidad que no se informa es presa fácil de quienes quieren manipularles y se convierte en una sociedad más débil y menos democrática. Quizás viva más tranquila, pero, si huye de los medios, habrá comprado también unos cuantos boletos para vivir en una sociedad cada vez más sometida a toda la panda de demagogos, populistas y farsantes que hacen fortuna contándote “lo que no verás en los medios”.
Así que hazte un favor y hazle un favor a tu gente más cercana. Consume lo que quieras, pero no te conviertas en otro ayunador mediático, que eso, como demuestra la historia, no conduce a nada bueno.