El drama de las interrupciones perpetuas
Los humanos modernos somos víctimas de este estado de notificaciones y mensajes constantes que llegan desde nuestros teléfonos móviles destrozando la poca capacidad de atención que nos queda.
Uno de los mayores misterios con los que me he encontrado estos últimos años es el de cómo hay tanta gente que está dispuesta a pagar por ponerse un reloj ‘inteligente’ en su muñeca. De hecho, mi sorpresa porque haya un número tan grande de personas que se pasan el día entero recibiendo mensajes en su reloj es sólo comparable al asombro que me produce que haya una cifra no menor de hombres y de mujeres que siguen sin silenciar las notificaciones de sus teléfonos móviles.
Los veo y en mi mente sólo resuena una pregunta sin respuesta posible: “¿Pero cómo demonios hace esta gente para concentrarse el tiempo necesario para hacer cualquier actividad que requiera de un mínimo esfuerzo mental? Y, ya que estamos con los interrogantes: ¿Y quién les ha dicho que es una buena idea tener en la muñeca un aparato que está todo el día lanzándote mensajes para que los atiendas con urgencia? ¿O que es muy saludable interrumpir una lectura, una conversación o una reunión de trabajo con constantes miradas al teléfono móvil?
Algo falla cuando consideramos como normal lo que no lo es. Y esta pandemia de interrupciones constantes no lo es. No podemos normalizar un bombardeo que nos impide concentrarnos en aquello que estamos haciendo y, por supuesto, no podemos pensar alegremente que no nos afecta el hecho de que nos estén interrumpiendo cada cinco o diez minutos con mensajes que, en la mayoría de los casos, pueden esperar a que termines lo que estás haciendo.
Esta obsesión por responder en tiempo real a los mensajes que nos llegan puede ser tratado como un problema de educación, de cortesía con tu interlocutor. de productividad y hasta de adicción. Pero en lo que concierne a una newsletter de comunicación como la que estás leyendo ahora mismo, prefiero ceñirme a los problemas de atención que genera esta servidumbre de los teléfonos móviles y de los relojes inteligentes.
Si quieres hacer un buen trabajo que requiera de un esfuerzo intelectual y creativo, necesitas tiempo para pensar y tiempo para ejecutar lo que hayas pensado. Y, de hecho, necesitas también tiempo para ‘entrenar’ tu mente y que ésta te ayude a hacer trabajos de una mayor calidad que te hagan sobresalir sobre el resto.
Si te pasas el día entero, y no es una exageración, encendiendo la pantalla de tu móvil bajo la sinfonía interminable de los pitidos de las notificaciones que te llegan al teléfono, es imposible que mejores tu capacidad creativa o la habilidad para resolver problemas que te permitirá ser mejor en tu trabajo.
Es de sentido común. Si quieres correr una maratón, antes tienes que coger fondo durante meses y meses y no se te va a ocurrir pararte cada cinco minutos para mirar un mensaje. Pues bien, esto es lo mismo. Si quieres ser mejor, escribir mejor, comunicar mejor, tienes que entrenar su capacidad de atención y de concentración para mejorar tus habilidades expositivas y creativas. Y eso necesita de un tiempo de desconexión de tus artilugios sin el cual es imposible que des un mínimo salto de calidad.
Así que no procrastines más, mentalízate de que lo primero que tienes que hacer es darle un uso más racional a tus dispositivos electrónicos y convéncete de que no es necesario estar hiperconectado las 24 horas del día y de que no hay mejor receta para tu salud mental que silenciar las notificaciones de tu teléfono móvil o dejarlo en silencio unas cuantas horas al día.
Ah, y si alguien te regala un reloj ‘inteligente’, agradéceselo…y ponlo de inmediato en venta en wallapop o donde más te apetezca. Cualquier cosa menos ponerte en la muñeca al mayor destructor de la concentración que uno pueda recordar.
P.D. Yo soy un adicto al móvil, pero…bendigo el día que quité casi todas las notificaciones de mi teléfono, silencié las llamadas entrantes y me desinstalé algunas aplicaciones de redes sociales que sólo me robaban el tiempo. A veces tardo más en responder alguna llamada o mensaje de correo, pero, a cambio, vivo más tranquilo…y produzco más. Y eso sí que no tiene precio.
Igualmente, lo tengo en silencio 😊