'El País exprés' como síntoma de la derrota de los medios en la batalla por nuestra atención
Los medios de comunicación están perdiendo la batalla de la atención en favor de las redes sociales y los buscadores. Una batalla desigual en la que prefiero tomar partido por el periodismo.
El diario El País lanza un producto al que denomina El País Exprés y que consiste en la selección de entre seis a ocho noticias diarias elegidas para entender cómo va la jornada informativa. La directora del periódico, Pepa Bueno, sostiene que la propuesta se adapta “al exigente ritmo de vida que a veces nos impone la realidad” y aspira a que “estés informado en cinco minutos, sin renunciar a entender qué pasa y por qué”.
El producto tiene el sello de calidad de Prisa y cumple con el fin expuesto. Pero, más allá de sus atributos periodísticos y de que tardaremos unos meses en saber si cuenta con el favor de los suscriptores del periódico, me parece sobre todo un buen síntoma de uno de los problemas más acuciantes por el que están pasando todas las empresas de medios del mundo salvo excepciones muy contadas como The New York Times: están perdiendo la batalla de la atención y les está costando encontrar su sitio en la jungla social de las redes, con códigos, canales y lenguajes en los que compiten contra actores que antes estaban en el extrarradio del mapa mediático o simplemente ni existían. De ahí que lancen productos que inquieren tan sólo cinco minutos de nuestro tiempo.
Hoy, cualquier ciudadano, incluso el más inclinado al consumo de las noticias y el más comprometido con una marca, se encuentra con una oferta inagotable de contenidos provenientes de miles de productores de contenidos en las redes sociales, en los canales de mensajería, en las plataformas de streaming donde se emiten series, películas y canciones.
Esta oferta que tiende al infinito se destina a un público que sigue teniendo las mismas horas del día y que, a la hora de elegir, se suele decantar por los mensajes más compulsivos, cortos y adictivos de plataformas sociales como Instagram, Tik Tok o Youtube antes que por otras propuestas más lentas como la de la lectura de un periódico. Y, para añadirle complejidad al desafío, se produce en un momento en el que las generaciones más jóvenes se sienten ajenas a las marcas informativas y apenas identifican de qué medio de comunicación proviene la noticia que han leído en un grupo de whatsapp o en X, como bien recuerda Wolfgan Münchau en este artículo tan aconsejable: Los estudiantes no leen lo que escribimos.
Sería importante el éxito de productos como El País Exprés y de otros similares de otras marcas periodísticas, por lo que significaría para las comunidades en las que vivimos. Nuestras sociedades necesitan medios fuertes y sostenibles que cumplan con su doble papel de plazas de la conversación pública y de fiscales de los poderes establecidos. Y la premisa para que estos medios sean fuertes y sostenibles es algo tan básico como que sean escuchados y que sean atendidos por sus comunidades.
Si los medios no logran captar la atención y no pasan de ser más que una parte misérrima de la bruma confusa que nos llega a través de las aplicaciones sociales de nuestros teléfonos móviles, perderán su razón de ser, se debilitarán y finalmente morirán. Y entonces, quizás entonces, nos preguntaremos por la calidad de una democracia cuya conversación está protagonizada por unos cuantos tuiteros y youtubers exaltados y manejada por las plataformas tecnológicas que sólo rinden cuentas a sus cuentas de resultados.