El síndrome de la vagancia artificial
Una cosa es estar al día de lo que se cuece y otra bien distinta es que pretendas que la IA haga tu trabajo por ti. Especialmente, si se trata de trabajos creativos.
Creo en la cohabitación entre los seres humanos y las máquinas y que éstas no van a rebelarse contra nosotros a lo Terminator, como aseguran algunos cansinos. Pero nadie me quita de la cabeza que eso que se dice que la IA no nos quitará el trabajo, sino que lo harán quienes sepan usar la inteligencia artificial, se queda corto. No, si no quieres tener problemas con la inteligencia artificial, no sólo debes aprender a usarlas. También debes seguir mejorando tu orden mental, tu capacidad expositiva y tu visión clara para ser uno de esos profesionales lúcidos y adaptativos que descollarán en este nuevo escenario.
Fíjate en un simple detalle, algo nimio pero que te ayudará si entrenas estas habilidades: cómo se redactan los denominados prompts, las palabras que se usan para dictar una instrucción a una IA. ¿A que no es lo mismo que sepas expresar bien un mensaje a que lo hagas como si estuvieras escribiendo un mensaje directo de Instagram a un amigo tuyo?
Sobre esto, merece la pena detenerse en el síndrome de la vagancia artificial.
Vivimos rodeados de atajos de productividad que nos ahorrarán tiempo y de soluciones milagrosas que nos ofrecen los mejores textos, las mejores ilustraciones, los mejores planes de negocio y las mejores propuestas de ocio al alcance de un prompt.
Como vendedores de crecepelos algorítmicos, nuestras redes se llenan de mensajes que nos anuncian un tiempo nuevo y estupefacientemente inspirador en el que la vida nos cambiará en días con sólo usar un 5% de lo que nos pueden ofrecer las nuevas inteligencias artificiales.
Como en tantas ocasiones, conviene que apostemos por una posición equilibrada. Todos los profesionales tenemos la obligación de explorar las ventajas que nos puede proporcionar el uso de aplicaciones de inteligencia artificial en nuestros desempeños laborales y productivos y de estar alerta a que nuestros competidores hagan uso de ellas y logren una ventaja con respecto a nosotros.
No es cuestión de descubrir sus beneficios cuando los otros ya vienen de vuelta, sino de estar atentos para usarlas antes que los otros si se entiende que la utilización de estas aplicaciones mejora tus procesos, te ahorra tiempo o te ayuda a competir mejor.
Pero una cosa es estar al día de lo que se cuece y otra bien distinta es que pretendas que la IA haga tu trabajo por ti. Especialmente, si se trata de trabajos creativos.
En este último caso, por dos razones: en primer lugar, porque mientras los algoritmos no crezcan, lo que encontraremos en estas aplicaciones son trabajos repetitivos y bastante pobres que ofrecen una imagen bastante pobre de quien los presenta. Y en segundo lugar, porque si subcontratamos la creatividad, va a llegar el día en el que no sepamos crear nada sin la ayuda de una de estas máquinas.
Y no se trata de eso. La creatividad se entrena. A más carga de trabajo, más facilidad para conectar ideas y para montar productos singulares y de alto valor añadido. Y a menos carga de trabajo, menos creatividad, menos singularidad y, en consecuencia, menos trabajo. Me dirás que esto que acabo de decir valdría para las calculadoras y para los ordenadores y que su uso no ha adormecido nuestras neuronas. Y sí, es así. Pero es que aquí no hablamos sólo de cálculos mentales (y también podríamos discutir sobre el asunto), sino de entrenar tanto nuestra imaginación como nuestras habilidades para trasladar la creatividad a un producto mediante la expresión oral y la comunicación verbal, que son los dos principales combustibles que nos permiten sobrevivir como seres sociales que somos.
Hace un tiempo escuché que precisamente la vagancia era el motor de la innovación, el querer que las cosas sean más fáciles o que incluso las máquinas hagan cosas por las personas es lo que mueve el ingenio. Lo que está claro es que en cuanto a creatividad estoy de acuerdo en que la practica lo es todo y no debe dejarse de lado y utilizar las nuevas herramientas que tenemos a nuestro alcance para impulsarla más si es posible.