El teléfono móvil y el achique de espacios
No se trata de emprender grandes batallas contra el abuso de las pantallas como de imponer límites que restrinjan su uso en el día a día de todos nosotros
El uso excesivo del teléfono del móvil entre los más jóvenes está ya en la agenda pública. Se habla del asunto y se discuten medidas para frenar la adicción a las pantallas y sus efectos más tóxicos, desde la prohibición de su uso en los colegios e institutos a decisiones que tienen más que ver con aprender a usarlo que con restringir su utilización.
Como en tantas otras cosas, me decanto más por pensar en este caso en ganarle pequeñas batallas al teléfono móvil que en perderme en los grandes anuncios, las decisiones drásticas y las declaraciones grandilocuentes que luego se terminan desinflando en cuanto que el asunto en cuestión deja de salir en los telediarios.
Yo prefiero, como diría el entrenador argentino César Luis Menotti, el achique de espacios.
¿En qué consiste? En buscar espacios, territorios y momentos en los que se dicte una especie de orden temporal de alejamiento del móvil que permita desconectar de la pantalla a los más adictos.
Si somos conscientes ya de que el teléfono móvil puede ser un arma de distracción masiva cuyo uso desaforado puede producir perjuicios severos en la salud mental de quienes se enganchan a ellos, ya podemos dejarnos de discusiones pueriles y centrarnos en decisiones prácticas y expeditivas que reduzcan el impacto de esta pandemia. Lo importante, en el punto en el que nos encontramos, no es tanto abrir debates muy sesudos como el de obsesionarse con reducir su tiempo de uso estableciendo reglas para su consumo.
Puede ser el hábito familiar de no permitir que se usen los teléfonos a la hora de desayunar, comer o cenar, impedir su uso en las horas de estudio, prohibir su uso en el interior de los centros educativos…o fomentar prácticas que alejen durante un rato a los chavales de las pantallas, como practicar algún deporte en el que no se pueda usar un móvil o ir a una sala de cine en la que realmente se impida el uso de estas pantallas.
Eso es achicar el espacio, reducir la posibilidad de usar el móvil con efectos prácticos que luego podremos comprobar cuando miremos nuestro tiempo medio de consumo diario.
Y por cierto, ya que hablamos de estas estadísticas de uso. Haceos un favor y mirad el tiempo medio de consumo diario de vuestros móviles. Casi con toda seguridad, ese consumo será infinitamente mayor del que os imagináis. Pues bien, imaginaos ahora cuál es el tiempo de uso de un chico o una chica al que siempre veis pegado a una pantalla. Sí, lo sé. Asusta pensarlo. Pero también es un buen acicate para dejarse de discusiones estériles sobre el sexo de las pantallas o el género de los móviles y centrarse en lo importante, que es este achique de espacios.