La democracia algorítmica es un peligro
El caso de Tik Tok y la ultra derecha alemana nos ilustra: las plataformas algorítmicas no concurren a las elecciones, pero pueden ayudar a un candidato a lograr sus objetivos.
Leo en la página de Enrique Dans que la revista Wired ha publicado un informe en el que denuncia que Tik Tok promovió en Alemania los contenidos favorables al partido de extrema derecha ADF durante las semanas previas a las elecciones europeas del nueve de junio.
Sí, has leído bien. La plataforma más popular entre los jóvenes de todo el mundo, entre chicos y chicas que sólo acceden a la información que les llega a sus cuentas personales en Tik Tok o Instagram, alentó el consumo de contenidos en favor de esta formación ultraderechista, contenidos, por cierto, con un tono racista y xenófobo que se aleja bastante de los principios y valores de las democracias liberales.
¿Te sorprende? Pues si es así, te pido que hagas un ejercicio de realismo y asumas la verdad: en materia política, las redes sociales no es que sean poco responsables a la hora de regular los contenidos que circulan por sus plataformas, es que directamente promueven publicaciones que, objetivamente, pueden decantar el voto de los ciudadanos hacia uno u otro lado del espectro político.
Y claro que su actuación invita a la sospecha. No nos puede parece normal que una red como Tik Tok, que es propiedad de una empresa que está en la órbita del Partido Comunista de China, ponga a cien revoluciones un algoritmo salvaje que lo mismo te inunda la cuenta de mensajes sobre dietas o sobre aprender inglés que te revienta a mensajes en favor de opciones extremistas.
Las plataformas algorítmicas no concurren a las elecciones, pero pueden ayudar a un candidato y hundir a su rival.
Y no sabemos, porque nadie nos lo cuenta, qué hay detrás de ese algoritmo tan desatado que organiza su tráfico. Pero lo que sí sabemos es que si se sabe trabajar con contenidos emocionalmente escandalosos, por muy disparatados u ofensivos que sean, se puede lograr la atención deseada y se pueden lograr resultados inimaginables para formaciones cuyos idearios son delirantes y cuyas propuestas no son más que boutades repletas de falsedades y de bulos.
Tik Tok es el ejemplo más extremo, la vuelta de tuerca más exagerada, de esta democracia en la que los algoritmos juegan un papel determinante para la conformación de la opinión pública y para el voto en las urnas.
Pero este problema no es nuevo. Trump en Estados Unidos y los partidarios del Brexit en Gran Bretaña marcaron en 2016 el camino a seguir con sus campañas masivas de desinformación en redes como Facebook.
Lo que toca es preguntarse si es que se puede hacer algo para luchar contra los abusos de estas plataformas y si estamos dispuestos a hacerlo. A veces, viendo en qué peleas andan nuestros gobernantes, me temo que no tienen ni idea de la envergadura real del problema al que nos enfrentamos.