Lo que los baby boomers le debemos a la Generación Z
Lo que nos tendría que obsesionar a los baby boomers con respecto a los más jóvenes es entender el modo en el que podemos ayudarles a relacionarse mejor con las pantallas
Cada vez con más frecuencia escuchamos que hay una profunda desconexión entre los medios tradicionales, los partidos tradicionales y las empresas tradicionales, por un lado, y esos chicos y chicas que viven enganchados a las redes sociales, por otro. Unos y otros parecen habitar mundos distintos. Y también, con la misma frecuencia, repetimos como una receta mágica una idea ya convertida en mantra: “Hay que estar donde están los jóvenes, usar sus canales, hablar su lenguaje, etcétera, etcétera”.
No estoy en contra de esta idea. Si queremos acercarnos a los jóvenes, es necesario entender su forma de comunicarse, relacionarse y aproximarse a lo que les interesa. Pero no nos engañemos —ni les engañemos—: queda muy bien decir que entendemos los nuevos códigos de la generación Z, que sabemos qué necesitan y cómo ofrecérselo. Pero ese planteamiento, si no va acompañado de una reflexión más profunda, no es serio ni responsable.
Una cosa es hablar el lenguaje de los jóvenes y otra muy distinta tratarlos como adolescentes perpetuos. Tenemos una responsabilidad hacia ellos que quizá no es divertida, pero sí fundamental: transmitirles las herramientas críticas necesarias para que antes que consumidores, sean ciudadanos.
Lo que debería preocuparnos —a los baby boomers, a los millennials y a cualquier generación adulta— no es solo “cómo caerles bien”, sino cómo ayudarles a comprender mejor el mundo. No se trata de disfrazarnos de padres “super cool” que creen ponerse a su altura, sino de recordarles, por ejemplo, que leer no es algo vintage; que es mejor socializar en un bar que a través de una pantalla; que les saldrá más a cuenta ir al cine, al teatro o a jugar un partido que pasarse horas viendo el último bailecito viral.