Los efectos colaterales del 'cuñadismo' extremo
No se puede poner en el mismo nivel de atención e interés lo que sostenga un científico o un experto en cualquier materia que lo que afirme con una suficiencia extrema cualquier 'cuñado de guardia'
Qué de acuerdo estoy con este párrafo que extraigo de un artículo firmado por Sergio del Molino en El País: “Hay millones de estudiantes que dan el mismo crédito a un artículo de Nature que a un comentario de Forocoches. No saben nada de jerarquías del conocimiento ni de la verdad ni de la realidad. Los jóvenes están prevenidos contra acosadores y pederastas, y reciben abundantes sermones sobre la irrealidad violenta del porno, pero a nadie le preocupa que naveguen sin criterio, a merced de bulos y delirios”.
Pues sí, quizás estemos muy lejos de la igualdad de todos los ciudadanos que soñamos para nuestras sociedades, pero donde hemos caído en la peor fiebre del igualitarismo es a la hora de darle el mismo valor a la opinión de un científico o un experto en cualquier materia que a la que ofrece cualquier ignorante que presenta su candidatura del año. Y no sólo entre los más jóvenes a los que se refiere en su texto el escritor aragonés.
Siempre hay quien desautoriza a una voz experta desde una ignorancia arrojada hasta donde jamás nos podríamos ni imaginar. Da igual el asunto que se dirima. Puede ser el efecto de las vacunas en la expansión de los brotes pandémicos que una interpretación de la Constitución o que una discusión sobre la inflación subyacente. Siempre habrá alguien dispuesto a levantar la mano para echar por tierra cualquier principio fundado y soltar una trapacería sin ton ni son que hay que respetar porque supuestamente todas las opiniones son respetables.
No nos hemos dado cuenta de que a quien hay que respetar es a las personas, no a las opiniones o tesis disparatadas que puedan defender. Y tampoco hemos tomado aún la conciencia debida de que, por esta misma razón, no podemos aceptar con resignación que cualquier comentario irreflexivo vale lo mismo que una argumentación fundada que es fruto del estudio sobre la cuestión que esté en discusión.
El negacionismo de barra de bar o las argumentaciones propias de un Torrente efervescente pueden valer para una conversación jocosa en un grupo de whatsapp o para soltar una memez cósmica en una red social, pero no tiene un pase que puedan equipararse a lo que diga un académico, un científico o un experto y menos aún que pueda haber medios de masas que acepten poner en el mismo nivel a unos y a otros. No, miren: los freakies con los freakies y los científicos con los científicos.
Recuerdo que la BBC ya lo entendió bien cuando, más o menos al inicio de la pandemia, decidió que no iba a invitar a los debates en que participasen científicos a la ristra de oportunistas que se habían convertido en celebrities con su discursos de vendedores posmodernos de crecepelos.
No estamos para discutir ahora si la tierra es plana o redonda o si el mundo lo gobiernan los poderosos que se reúnen a escondidas en alguna aldea alpina. Y menos para pensar que tiene el mismo valor lo que diga alguien que ha demostrado su solidez argumental a lo largo de su carrera profesional o académica que lo que afirme el típico cuñado de guardia que te va a desvelar lo que nunca te contarán los medios…porque suelen ser disparates cósmicos. Hasta ahí podríamos llegar, ¿no?