Motos, Broncano…o porqué se hace más política en un plató de TV que en el Parlamento
El seguimiento esta semana de los datos de audiencia de estos dos grandes comunicadores televisivos ha dado para hacer un tratado sobre la psicología humana y nuestra tendencia al rtribalismo.


La primera semana de competencia televisiva entre El Hormiguero de Pablo Motos (Antena Tres) y La Revuelta de David Broncano (La 1 de TVE) nos muestra, por sí teníamos dudas, que se hace más política desde las televisiones y desde las redes sociales que desde los Parlamentos.
Bueno, por no ser injustos: se hace más política en las Cámaras parlamentarias que en los decorados de las TV, pero sí algo se reafirma con lo que hemos visto es que donde se puede influir en la opinión pública y se pueden decidir elecciones es en los programas de entretenimiento de las parrillas televisivas y no tanto en los estrados del Congreso de los Diputados. Y por esta razón las organizaciones políticas y los ciudadanos más politizados toman estos programas como banderas políticas y los jalean o los denigran en función de si pertenecen o no a su tribu ideológica.
El seguimiento esta semana de los datos de audiencia de estos dos grandes comunicadores televisivos ha dado para hacer un tratado sobre la psicología humana y, en particular, sobre nuestra tendencia identitaria al tribalismo. Los seguidores de unos y otros han convertido una batalla profesional y comercial por las audiencias en una trinchera política en la que se han celebrado día a día datos de audiencia con la misma alegría con la que el ganador de unas elecciones se asoma al balcón de su sede electoral para saludar a sus enfervorizados seguidores. Y ambos bandos han hecho un ejercicio de polarización que a veces ha adoptado un tono de hooligans que algunos se deberían mirar.
El recuento de audiencias, en consecuencia, ha sido antes que cualquier otra cuestión un asunto de política en el que algunos han pretendido poner a competir no a dos grandes maestros del entretenimiento televisivo sino directamente a las dos Españas. Un duelo a garrotazos delante de nuestras pantallas.
Por hacer un mínimo recuento, nos hemos encontrado con lo siguiente:
Una catarata de insultos a Broncano por irse a TVE y de acusaciones de que el humorista jienense fichaba por la televisión pública porque el mismo Pedro Sánchez quería hacerle la puñeta, a quien consideraría como uno de los culpables de que los españoles no le hayan votado en masa.
Otra catarata de insultos y de acusaciones disparatadas a Pablo Motos, a quien esa parte de izquierda que se ha erigido en Policía de la moral políticamente correcta odia con toda su alma porque no se pliega a su catecismo ideológico.
Y a legiones de seguidores de unos y otros que han empleado gran parte de su tiempo esta semana en hacer ver en las redes sociales que el suyo ha ganado al otro y es, o sigue siendo, el rey de las noches televisivas españolas.
¿Sorprende este frentismo mediático? En absoluto. Cualquiera que conozca algo este negocio de la comunicación política sabía que septiembre sería un mes intenso de guerras culturales y que la bronca Motos/Broncano iba a ser infinitamente más una competencia feroz por las audiencias.
De hecho, ha sido sobre todo una guerra en redes entre dos modos de ver la vida que algunos se empeñan a confrontar.
Una, supuestamente conservadora en sus planteamientos que, según sus detractores, blanquea a la ultraderecha a la que vez que hace de líder de la oposición del gobierno de Pedro Sánchez.
Y otra, supuestamente progresista, irreverente y urbana, que, también según sus otros detractores, es un cliché del decálogo del buen progre que está dispuesto a linchar a todo el que no piense como él o se atreva a disentir de sus planteamientos.
Son visiones simplistas que se alejan de la realidad, pero funcionan. En política, no valen ni los discursos complejos ni los matices. Y menos en estos tiempos en los que el populismo ha llegado a las direcciones de los grandes partidos,
Lo que toca es el frentismo llevado a todos los frentes, sobre todo si se juega donde está la gente, que es delante de sus pantallas, ya sean éstas las de sus televisiones, las de sus ordenadores o las de sus teléfonos móviles.
Y un último detalle. ¿Sabéis quiénes son las verdaderas víctimas de esta semana? Pues ni Motos ni Broncano, que ambos se retroalimentan en esta versión catódica de las dos Españas, sino Carlos Latre (Telecinco/Mediaset), fusilado sin juicio como castigo de sus audiencias residuales, y el Gran Wyoming (La Sexta, Atresmedia), que es a quien de verdad ha destronado Broncano del cetro de líder y quintaesencia del progresismo sentimental.
P.D. Soy de ese grupo de ‘no alineados’ al que le gusta Pablo Motos y al que le gusta también David Broncano. ¿Será algo malo?
Y P.D. Algo parecido a esto ú,ltimo que os acabo de contar sale este domingo en la excelente columna sobre TV de Sergio Molino en El País (“Nostalgia de una tele no militante”), periódico en el que podéis leer también un muy buen análisis sobre esta cuestión: “Causas y consecuencias de David Broncano, un tsunami en la televisión tradicional”.
Si Juanjo Soto Ivars escribe sobre esta ‘guerra cultural’, hay que leerle: ‘La batalla cultural del bien contra el mal en dos programas ligeras de entretenimiento”.
Yo también soy de ese grupo de alineados con Broncano y Motos y al que le duele ver al primero en TVE.