Pagar por informarse no es tan caro
Expertos afirman que el modelo de suscripciones condena a usuarios a no acceder a la información de más calidad, pero los precios de las ofertas promocionales de suscripción cuestionan esta tesis
Un recomendable artículo de Enrique Dans sobre el descenso de los ingresos por publicidad en las empresas que han vivido de insertar anuncios, en especial los medios de comunicación, lleva a reflexionar sobre qué se puede hacer para que los precios de las suscripciones no limiten a la mayoría de los ciudadanos el acceso a la información de mayor calidad.
Dans defiende, con buen criterio, que si los medios se refugian detrás de sus muros de pago, condenan a los no suscriptores al consumo de una información de peor calidad y a una lectura atravesada por una constelación infinita de anuncios de baja calidad que interrumpen de forma constante. La experiencia de usuario es, en estos casos, tortuosa y a veces hasta imposible. Y lleva en ocasiones a suscribirse a algún medio o plataforma sólo por librarse de una ristra de anuncios diseñados y creados por un enemigo de la lectura.
Es así como lo cuento. A los suscriptores de medios les está pasando con la información en abierto lo mismo que a los abonados a las plataformas de pago con la visión de películas en las televisiones generalistas. Ya no soportan que los anuncios le exploten en medio de una lectura o que les obliguen a ver unos vídeos que suelen ser horrendos si quieren entrar en un contenido. Y huyen a territorios menos asfixiantes para no convertirse en consumidores de toneladas de inserciones publicitarias intentando captar su atención con todo tipo de aspavientos.
Pues bien, qué pasa con quienes no tienen esa posibilidad de suscribirse a un club que tiene prohibido el acceso a los bombardeadores de publicidad. Pues, siguiendo a Dans y a otros tantos expertos que alertan sobre este fenómeno, podría decirse que se les hurta la posibilidad de recibir esa información de calidad y se les condena al fast food mediático donde la desinformación hace estragos.
Yo no estoy muy de acuerdo con esta tesis. Puedo entender que contiene una carga de verdad, pues el modelo de suscripciones abre una brecha de desigualdad entre quienes se suscriben y los que no y esa brecha viene determinada por el poder adquisitivo de los ciudadanos. Si tienes dinero, accedes a prensa de calidad. Y si no, ya puedes acostumbrarte al trafiqueo de publicidad y a las peores prácticas de ese SEO que ha confundido el periodismo con el aceite de colza.
Pero es que niego la mayor. Yo no veo que sea tan caro suscribirse a un medio de comunicación. Lo que observo es que para muchos no es una prioridad, que es distinto.
La denominada prensa de calidad ha cerrado casi por completo el acceso a sus contenidos y ofrece suscripciones cuyos precios no son prohibitivos. En la puja por hacerse con el favor de los ciudadanos, hacen ofertas que llegan a ser chocantes: te puede valer lo mismo tomarte una copa de vino o una tapa y una cerveza en un restaurante que suscribirte un mes completo a diarios como El País o El Mundo.
Pero, aun así, hay quienes prefieren no pagar un solo euro por accederá esa información de calidad y arguyen razones tan peregrinas como que “todos los medios son iguales”, “no me fío de los medios” o “yo no pago porque lo que quiero lo veo en Google o en Tik Tok”.
Poco que objetar. Cada cual hace lo que quiere dentro de un orden y no se le puede exigir manu militari a nadie que pague un dinero al mes por informarse. Pero tampoco pensemos que se abre un muro que nos dividirá entre los que tenemos dinero y podemos acceder a la información y los que no lo tenemos y no podemos acceder a ella. Sencillamente, no es verdad.
Hay casos puntuales en que es así, pero son los menos. Y seguirán siendo los menos mientras los medios sigan haciendo ofertas promocionales tan exageradamente baratas como para que leer un buen medio al mes te valga hoy en día el mismo precio que si te fueses a un quiosco a comprar un domingo un par de periódicos de papel.