¿Por qué no te pones en modo avión?
Estamos tan pegados a nuestros móviles y tan 'obligados' a responder a todos los estímulos que nos llegan que se nos olvida que necesitamos también reservarnos espacios para la concentración.
Leyendo y escuchando sobre cómo se puede luchar contra la pandemia de desconcentración provocada por el abuso en el consumo de las pantallas me he encontrado con decenas de recomendaciones y de consejos que, al final, se resumen en que hay que aparcar el teléfono móvil todo lo que se pueda, sobre todo si se quiere dedicar un tiempo más o menos largo a trabajar en profundidad, que es el tipo de tarea que te otorga una ventaja competitiva y que, además, te hace ser mejor profesional...y, quizás, hasta mejor persona.
En éstas, me he encontrado con una charla con José Luis Izquierdo, más conocido por su nombre artístico y profesional del Mago More, en el que desgrana prácticas sencillas y efectivas para mejorar el hábito de la concentración. Entre ellas, hay una en la que ya había reparado y que se me antoja de sentido común: ¿por qué no ponernos durante un rato del día en 'modo avión'?
Nos cuesta no responder al instante los mensajes que nos llegan al móvil o a la pantalla de nuestro ordenador. Y nos preocupa no estar disponibles las 24 horas de cada uno de los siete días de la semana. Pero no hay ningún mandamiento bíblico que nos obligue a seguir con esta rutina ansiosa. Somos nosotros los que nos imponemos esta esclavitud horaria que nos hace vivir como si fuésemos farmacias de guardia humanas, como unos 112 de la vida en perpetuo estado de alarma.
Hazte un favor. Cuando tengas un trabajo que te obliga a la reflexión, a estar en silencio, a pensar y a escribir, coge tu teléfono, vete a los ajustes y pon el terminal en 'modo avión' el tiempo que necesites. Ya verás que el mundo no se acaba porque no contestes a un whatsapp en cinco segundos, que hay correos que pueden esperar y que esas llamadas que eran tan urgentes ya no lo son tanto.
La velocidad es buena para determinados trabajos y contraproducente para otros, pero, si no se sabe controlar, es nociva para nuestra salud física y mental. Por eso, reservarse espacios de tiempo para la quietud, el silencio, la reflexión o simplemente para no hacer nada y aburrirse termina siendo una magnífica inversión para tu capacidad. Pruébalo y verás. Al principio, te irrita hasta estar un minuto sin nada que hacer, pero luego vas viendo cómo te serena y te airea hasta el punto de que te notas más fresco y más creativo, más rápido y más imaginativo para fabricar ideas. Y lo vas a agradecer. Pues claro que lo vas a agradecer.