Si quieres hablar mejor en público, aprende a respirar
Más allá de los métodos clásicos para mejorar una charla en público, hay un principio básico que lo mejora todo: adquirir el hábito de hacer ejercicios de respiración
Te podría comentar más de una decena de recomendaciones para hablar en público, para que te vaya mucho mejor cuando te toque enfrentarte en persona a una audiencia que está en disposición de escucharte (de hecho, lo haré en otro post), pero me apetece contarte antes un secreto: lo de mejorar cómo hablar en público es como lo de las dietas para adelgazar, que hay millones de recetas, pero todas se resumen en los dos mandamientos más básicos de un estilo de vida saludable: come de forma equilibrada y haz ejercicio con una cierta frecuencia.
En el caso de cómo hablar en público, ese mandamiento que lo resume casi todo es sólo uno: aprende a respirar. O, para ser más exactos, aprende a hacer respiraciones profundas antes de cada intervención ante una audiencia.
Hay estrategias de todo tipo para calmar tus nervios, pero, al final, todos convergen en lo mismo: tienes que aprender a controlar tus sensaciones. Y sabes que para lograrlo, todos los caminos que conducen a la Roma de la tranquilidad son los que te llevan a aprender relajarte gracias a tu capacidad para respirar y para, en consecuencia, tranquilizarte y tomar las riendas de la situación, ya sea ésta tener que subirse a un estrado ante 250 personas, pronunciar un discurso ante un consejo de administración o mantener una entrevista en una radio o en una televisión.
Y cómo lo puedes hacer. Bien, tranquilo, que para lograrlo tampoco hay que desentrañar el genoma humano. Basta con que te mentalices de que aprender cualquier técnica sencilla de respiración te puede salvar de más de un aprieto. Bueno, basta con eso sí te aplicas un principio esencial: la respiración también se entrena.
Si quieres mejorar tus intervenciones en público, debes ensayarlas. Pero no sólo los textos y tu lenguaje gestual y corporal. También el modo en el que empiezas a tus alocuciones. Y en ese punto, lo que te quiero trasladar aquí, lo que quiero que se te quede grabado, es que para que te prepares bien una charla en público, tienes que entrenar los cinco minutos previos a esa intervención en público, dándote a ti mismo el tiempo necesario para que hagas cuatro, cinco o seis respiraciones profundas (o las que te hagan falta) para ir relajándote y para ir diciéndote a ti mismo que lo vas a bordar a continuación.
Me dirás que parece demasiado sencillo para ser verdad. Y tienes razón. Ya puedes respirar como el Dalai Lama después de entrar en trance, que respirar bien no te garantiza que vayas a convertirte en el heredero natural de Winston Churchill. Pero en un porcentaje muy alto de ocasiones, te va a ayudar a iniciar tus charlas con más seguridad y determinación. Y eso, cuando uno tiende a ponerse nervioso cuando habla en público, se convierte en un remedio con tintes casi milagrosos.
¿Y si es tan fácil, por qué no se hace más? Pues por dos razones sencillas. La primera es porque casi nadie nos ha enseñado a hablar en público. Lo aprendemos a base de darnos tortazos. Y la segunda es porque tampoco casi nadie nos ha enseñado la importancia de saber hacer el más simple ejercicio de respiración antes de una charla en público.
Suena extraño, pero es así. Hablar en público es una de las habilidades más preciadas, pero ni nos enseñan a hablar en público ni nosotros entrenamos esta habilidad. Y sin entrenamiento ni práctica, nunca superaremos nuestros miedos.
Así que un consejo: si tienes en un agenda alguna intervención en público y te quita el sueño pensar cómo vas a salir de ella, no te obsesiones y empieza por lo más básico: vete a Google o a YouTube, busca ejercicios sencillos de respiración y empieza a practicarlos. Te rentará.